Esta vez alabaré al Señor

Esta vez alabaré al Señor

No podemos pasar a través de la vida sin ser dañados. EL dolor y la desilusión en este mundo son inevitables. Pero la manera como manejamos estos reveses forman nuestro carácter y nos preparan para la eternidad. Nuestras actitudes son el factor crucial que determina el nivel de inmunidad frente a las luchas. Más allá de las dificultades que hayamos enfrentado, y a pesar de los errores que hemos cometido, el fin de nuestras vidas puede tanto ser lleno de alabanza y acción de gracias – o lleno de miseria y queja. En el análisis final, lo que hayamos experimentado en la vida, será tan rico como los deseos que hayamos alcanzado o tan doloroso como las cosas que lamentamos.

La Biblia nos dice, “La esperanza que se demora es tormento del Corazón;” (Prov. 13:12). Esas profundas desilusiones en la vida tienen una manera de nunca dejarnos; penetran en nuestros corazones como fuego y entonces se endurecen en nuestra naturaleza como lava. Los reveses pueden dejarnos cautelosos acerca de nuevas empresas y suspicaces hacia nuevos amigos.

Nuestra herida restringe nuestra franqueza. Tenemos temor de ser dañados nuevamente por nuevas relaciones. Gradualmente, a menos que aprendamos como manejar el dolor correctamente, nos volvemos amargados y cínicos resentidos. Perdemos el gozo de estar vivos.

La fuente de realización
Son nuestros propios deseos y el grado de su cumplimiento lo que produce tanto gozo como dolor en nuestras vidas. Aun deseos básicos acerca de matrimonio o amigos pueden esclavizarnos si consumen nuestra atención. ¿Son estos malos deseos? No, pero si el tener nuestros deseos cumplidos es la razón principal por la cual vinimos a Cristo, es posible que nuestras vidas no mejoren hasta que nuestras prioridades cambien.

El Señor está preocupado en cumplir nuestros deseos, pero para hacerlo El debe retirar nuestras manos de nuestras vidas y volver nuestros corazones a El. Sin lugar a dudas, la razón por la cual estamos vivos no es para realizar nuestros deseos sino para convertirnos en Sus adoradores.

La realización personal puede convertirse en un ídolo; puede volverse en tal obsesión que estemos viviendo por la felicidad más que viviendo para Dios. Así, parte de nuestra salvación incluye el tener nuestros deseos priorizados por Cristo. En el Sermón del Monte, El lo dijo de esta forma: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” (Mateo 6:33-34). Dios quiere, y lo hará, satisfacernos más allá de nuestros sueños, pero no antes que El sea lo primero en nuestros corazones.

Un maravilloso ejemplo de esto puede observarse en la vida de Lea, la primera esposa de Jacob. Lea no era atractiva, no era deseada ni amada por su esposo. Jacob había servido a Laban, el padre de Lea, siete años por Raquel, quien era la hermana menor de Lea. En su noche de bodas, sin embargo, Laban puso a Lea en la carpa nupcial en vez de a Raquel. Aunque Jacob realmente se caso con Raquel una semana más tarde, tuvo que trabajar otros siete años por ella. Por lo tanto, Jacob tenía dos esposas que eran hermanas.

Las Escrituras nos dicen que Raquel fue amada por Jacob, pero Lea fue repudiada: “Y vio Jehová que Lea era menospreciada…” (Gen. 29:31). Debemos entender esto acerca de la naturaleza de Dios: El Señor es atraído a aquellos que se duelen “Y vio Jehová….Lea”. ¡Qué maravillosas palabras! De la misma forma que las aguas descienden y llenan aquello que está más bajo, así Cristo alcanza primero a los afligidos para llenar su depresión y confortarlos.

El Señor vio que Lea no era amada. El vio su dolor, su soledad, su pena en el corazón. Lea, si bien no fue amada por Jacob, fue profundamente amada por el Señor, y le dio un hijo. La reacción de Lea era predecible. Ella dijo, “ahora por tanto, me amara mi marido” (v. 32).

Peor que vivir una vida solo, es estar casado con alguien que te repudia, como lo fue Lea. Como anheló que Jacob pudiera compartir el amor que tenia por Raquel, con ella. ¿Quién puede culparla? Los deseos de Lea eran justificados. Ella le había dado el primogénito .En su mente, si el Señor pudo abrir su matriz, podría también abrir el Corazón de Jacob. Pero no era aun el tiempo, Jacob todavía no la amaba.

Dos veces más Lea dio hijos a luz, y cada vez su deseo fue para su marido. Ella dijo, “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos” (v. 34). Aun así, el Corazón de Jacob no la deseó.

Para Lea, como para nosotros, hay una lección aquí: No puedes hacer que alguien te ame. De hecho, cuanto más presión pones sobre otros para que te acepten, en cambio más probablemente te rechazaran. El concepto de realización de Lea estuvo basado en obtener el amor de Jacob y ahora su problema se tornaba peor. Porque, no solamente no fue atractiva para Jacob, sino que sus celos le añadían carencia de hermosura.

Tres veces leemos en este texto que el Señor vio y oyó que Lea no era amada. El había visto su aflicción. A través de todo su esfuerzo por conseguir a Jacob y su desilusión hacia u relación matrimonial, el Señor cortejaba a Lea tiernamente hacia El.

Al quedar Lea embarazada por cuarta vez, un milagro de gracia ocurrió en ella. Gradualmente se dio cuenta que mientras ella no había sido el foco del amor de su marido, había sido amada por Dios. Y al acercarse al final de este cuarto embarazo, se acerco más y más a Dios. Se convirtió en una adoradora del Todopoderoso.

Ahora al dar nacimiento a su otro hijo, dijo “Esta vez alabare a Jehová” (v. 35). Nombro aquel niño Judá que significa “alabanza”. Fue de la tribu de Judá que nació Cristo.

Lea había estado buscando su realización personal y encontró solamente pena y dolor. Pero al volverse en una adoradora de Dios, alcanzo la más alta realización de vida: Comenzó a agradar a Dios.

Es ahí mismo que el alma humana verdaderamente comienza a cambiar y entra en la fortaleza de Dios. Al encontrar realización en Dios, El comenzó a remover de ella los celos, inseguridades y penas que la vida le había trasmitido. Una verdadera belleza interior comenzó a crecer en Lea; se volvió en una mujer en reposo.

De la misma forma, cada uno de nosotros tiene defectos de carácter que somos reacios o incapaces de enfrentar. Otros han visto estas cosas en nosotros, pero no han tenido el coraje de decirnos. Tanto en lo físico como en nuestra personalidad, estos defectos en nuestra naturaleza son lo que nos dejan ansiosos, intimidados y sin realización.

No son consejo o clases de éxito o de auto estima lo que necesitamos; simplemente necesitamos descubrir el amor de Dios hacia nosotros. Al comenzar a alabarlo en todas las cosas, nos ponemos simultáneamente las vestiduras de salvación. ¡Realmente estamos siendo salvados de aquello que de otra manera nos habría destruido!

¡Desilusiones y penas no pueden pegarse a nosotros, porque nosotros somos adoradores de Dios! “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien,” (Rom. 8:28). Si continuamos amando a Dios, nada que experimentemos puede en última instancia resultar dañino dado que Dios toma todo por lo que pasamos y, en Su poder redentor lo obra para nuestro bien.

El árbol de Vida
Usted recordara el versículo que citamos, “La esperanza que se demora es tormento del Corazón” (Prov. 13:12). El versículo concluye con, “pero árbol de vida es el deseo cumplido” Al realizarse nuestros deseos, nosotros nos realizamos. Ya que es la realización de nuestros deseos que nos llena de satisfacción, el secreto de una vida recompensada es confiar nuestros deseos a Dios.

Déjele elegir a El los tiempos y significados de nuestra realización, permitiendo al Señor que nos prepare para El a lo largo del camino. La verdad es que en nosotros mismos estamos incompletos; pero en Cristo estamos completos. (Col. 2:10).

Usted dice, “Es fácil para usted decirlo. Usted tiene una esposa y familia maravillosas. Usted es bendecido. Pero usted no entiende mis problemas”. Si, lo hago. Mi maravilloso matrimonio fue muy difícil durante los primeros años. Luchamos con muchas cosas en nuestra relación. Mi esposa y yo, ambos llegamos al lugar donde no estábamos completos en el otro. Pero, como Lea, los dos miramos a Dios y dijimos, “Esta vez alabare al Señor”. De hecho, le pusimos a nuestro segundo hijo el mismo nombre que Lea dio a su cuarto – Judá.

Para nosotros, como para Lea, nuestras vidas fueron dadas vueltas al elegir deleitarnos en Dios en vez de estar sin realizar en el otro. Al volvernos Sus adoradores, El comenzó a trabajar en nuestros corazones hasta que no solamente le agradamos más a El, ¡sino que nos agradamos el uno al otro! ¡A lo que me estoy refiriendo, es a la propia cosa que salvo y bendijo nuestro matrimonio!

El salmo 37:4 dice, “Deléitate asimismo en Jehová, Y el te concederá las peticiones de tu Corazón” Mientras te deleitas en Dios, cambias. Los efectos negativos de la desilusión y la pena se desprenden. Al comenzar a realizarnos en el amor y gozo de Dios, nuestras propias almas son restauradas y embellecidas. Si, deléitate a ti mismo con Jesús y tus tendencias auto destructivas comenzaran realmente a desaparecer. Cristo embellecerá tu vida de adentro hacia afuera.

El resultado de la vida de Lea
¿Qué sucedió con Lea? Bueno, los largos años vinieron y se fueron. Raquel y después Lea murieron. Jacob en su lecho de muerte, hablo a sus hijos: “Yo voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres en la cueva…la cual compro Abraham…para heredad de sepultura. Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer, allí también sepulte yo a Lea.” (Gen 49:29-31).

¡Jacob había enterrado a Lea en el lugar ancestral de honor! ¡Oh como estas palabras, a pesar de pocas, dicen tanto! Nos dicen que Dios había embellecido a esta afligida con salvación. Después que Lea encontró realización en Dios, le dio realización en Jacob. A través de los años, paz interior y belleza espiritual brillaron a través de Lea; Jacob fue entretejido con ella en amor. No es difícil imaginar que cuando Lea murió, se fue sonriendo, con las alabanzas a Dios en sus labios.

¡Vuélvete en un adorador de Dios! Al rendir tus deseos a El, al ponerlo a El primero, El tomara lo que tú le des y lo hará bello en su tiempo. Tomara lo que ha estado torcido y desequilibrado en ti y te hará parar erguido en Su luz y Su gloria.

Por tanto, ¡habla a tu alma este día! ¡Dile a las áreas no realizadas en ti que esta vez alabaras al Señor!

Señor, Yo soy una Lea, sin atractivo y buscando siempre el amor de aquellos que me han rechazado. Cuan tonto he sido. Cuan ciego. No hay amor, ni realización en esta vida separado de Ti. Tú eres el árbol de vida que satisface todos los deseos; Tú eres el Sanador de mi corazón. Te amo, Señor Jesús. Amén.

Adaptado de un capitulo en el libro de Francis Frangipane Me buscarán y me hallarán.

www.frangipanehispano.org

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