La Iglesia: Ciudad de Luz y Testimonio de Dios en la Tierra. La Visión de Nehemías

Al igual que Abraham, los cristianos son peregrinos en este mundo, esperando la ciudad celestial cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10). Es en esta esperanza que se encuentra la motivación para superar los huracanes de la vida.

La iglesia, como comunidad de creyentes, tiene un propósito fundamental en la tierra: ser un testimonio visible del poder transformador de Dios. Jesús, en su Sermón del Monte, dice: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder" (Mateo 5:14). Esta imagen de la iglesia como una ciudad de luz es clave para entender el rol de los cristianos en el mundo. Somos llamados no solo a llegar a la ciudad celestial, sino también a construirla aquí y ahora, en nuestras iglesias locales, como un testimonio viviente de la redención de Cristo.

El apóstol Pedro nos recuerda que somos "piedras vivas" que forman un "templo espiritual", un "sacerdocio santo" (1 Pedro 2:5). Cada miembro de la iglesia tiene un papel en la edificación de este templo, y como comunidad, debemos reflejar las características de esa "ciudad de luz", mostrando al mundo el amor, la justicia, y la misericordia de Dios. La iglesia no es solo un lugar para el culto, sino también un testimonio de la gloria de Dios en medio de un mundo caído.

Jesús dijo: "Yo edificaré mi iglesia" (Mateo 16:18), y es nuestra responsabilidad, como miembros de su cuerpo, trabajar juntos para edificarla. En 1 Corintios 3:10-15, Pablo nos recuerda que la iglesia es un edificio espiritual que debe ser construido sobre el fundamento de Jesucristo. Cada acción, cada decisión que tomamos como iglesia, debe estar alineada con la visión divina de ser "una ciudad asentada sobre un monte".

La edificación de la iglesia requiere un compromiso colectivo, y no se trata solo de preservar nuestras tradiciones o seguir reglas. Se trata de construir un lugar donde la luz de Cristo sea vista por todos, donde la verdad del evangelio se predique con claridad y donde la gracia de Dios transforme vidas. Cada miembro tiene un papel que desempeñar en la edificación de esta comunidad, y, como Pablo advierte, debemos tener cuidado de cómo edificamos sobre ese fundamento (1 Corintios 3:12-15). La unidad, la paz y el amor deben ser la base de cada acción, pues una iglesia que refleja estas virtudes será una "ciudad de luz" que atrae a otros a Cristo.

La Iglesia como Refugio y Testimonio

En el libro de Nehemías, vemos un ejemplo claro de la restauración de una ciudad. Nehemías, guiado por Dios, reconstruye las murallas de Jerusalén para proteger al pueblo y restaurar la adoración en el templo. La ciudad, antes desolada y vulnerable, se convierte en un lugar de seguridad, donde la presencia de Dios puede habitar en medio de su pueblo. La iglesia, como la ciudad de Jerusalén, debe ser un refugio para aquellos que buscan seguridad en Cristo, un lugar donde la presencia de Dios es evidente y accesible a todos.

En un mundo lleno de incertidumbre y desesperanza, la iglesia se presenta como un refugio de paz y esperanza. Al igual que Jerusalén era un refugio para el pueblo de Israel, la iglesia debe ser un lugar de protección espiritual, donde los creyentes puedan encontrar consuelo, dirección y fortaleza en Dios. La enseñanza y el discipulado son esenciales en este proceso, ya que la Palabra de Dios es lo que nos edifica y nos mantiene firmes en nuestra fe.

La Visión de Nehemías: Edificar las Murallas

La tarea de Nehemías de reconstruir las murallas de Jerusalén tiene paralelismos profundos con el llamado de la iglesia hoy en día. Así como Nehemías levantó las murallas para proteger el testimonio de Dios en la tierra, nosotros, como iglesia, estamos llamados a edificar "murallas" de fe y obediencia, para proteger la verdad del evangelio y asegurarnos de que nuestra luz no se apague.

El apóstol Pedro también nos exhorta a edificar nuestras vidas sobre las "piedras vivas" de la fe (1 Pedro 2:4-5). Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de ser una piedra en la edificación de la iglesia, contribuyendo con nuestras oraciones, nuestras acciones, y nuestra vida de santidad a la construcción de ese "templo espiritual" que es la iglesia.

La Esperanza de la Jerusalén Celestial

Al igual que Abraham, el cristiano vive con la esperanza de la "ciudad que tiene fundamentos", una ciudad celestial cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10). La iglesia local, como comunidad de creyentes, es un anticipo de esa ciudad, un testimonio visible de lo que será el reino de Dios en su totalidad.

La Jerusalén terrenal, como la iglesia local, es solo un reflejo de la Jerusalén celestial. A medida que construimos la iglesia en la tierra, nos acercamos más a esa realidad celestial que nos espera. Como Pablo dijo, la Jerusalén de arriba es "madre de todos nosotros" (Gálatas 4:26), pues es la consumación final de todo lo que hemos esperado y trabajado por alcanzar en Cristo.


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