Protegido por Su palabra

Protegido por Su palabra
Por Francis Frangipane
La obediencia a la Palabra de Dios nos da más que mandamientos para obedecer; la Palabra también crea un lugar donde habitar. De hecho, la Palabra nos guía hacia la presencia del Padre; es la presencia del Padre que nos da tanto poder como protección.

Jesus dijo,

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. (Juan 10:27-29).


Nadie es más fuerte que nuestro Padre celestial. Cuando seguimos a Cristo, Él nos pone en la palma de la mano de Dios. Aquí, la muerte no nos puede dominar. Cualquier batalla que enfrentamos, nunca la enfrentamos solos.

"El eterno Dios es tu refugio, Y acá abajo los brazos eternos; Él echó de delante de ti al enemigo, Y dijo: ¡Destruye!” (Deut. 33:27).

No hay nadie como nuestro Dios. Debajo de cada uno de nuestros pasos están los brazos eternos de Dios. Así, cuando atravesamos conflictos y pruebas espirituales, estamos caminando sobre terreno eterno, continuamente guardados por el poder de la indestructible vida de Cristo. (Heb. 7:16). Incluso cuando pasamos a través de la sombra de muerte misma, los poderes de la muerte no nos pueden retener. Son mantenidos a raya por orden de Dios.

“Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro". (Rom. 8:38–39).


Aquellos que nunca verán muerte
Se ha afirmado
que el rescate es el patrón constante de la actividad de Dios; Su acto final de victoria sobre la muerte fue Su resurrección.

Considere la promesa de Cristo: " De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Juan 8:51).

Los judíos a los que Jesus se dirigió se sintieron ofendidos por esta afirmación. Les faltó lógica divina y ver la vida desde la eternidad. No conocían el poder de resurrección concedido a cada seguidor de Cristo.

No obstante, antes de juzgarlos tan duramente, preguntémonos, “¿Nos ofende la promesa de Cristo?” Debido a que todos los que siguieron a Jesus en el siglo primero murieron, ¿nos sentimos avergonzados por las aparentes contradicciones de esta promesa? ¿Realmente creemos que nunca veremos muerte?

Los Judíos también estaban perplejos. Ellos respondieron diciendo, “Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.” (Juan 8:52). Pero Jesus no dijo que Sus seguidores nunca sufrirían muerte; El dijo que nunca verían muerte.

Es cierto que hay momentos en los que parecemos sumidos en la tristeza, atrapados en una incubadora de la muerte misma. Sin embargo, esta es la gloria de nuestra fe: cuando morimos, no vemos muerte, vemos vida. Vamos a sufrir muerte, pero como cristianos ingerimos vida. Sí, si guardamos la palabra de Cristo durante la prueba, Su promesa a nosotros es que "nunca veremos muerte". Para los que viven de toda palabra que sale de la boca de Dios, el resultado final de cada lucha no es muerte sino vida en abundancia.

Jesus dijo,

" Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de Mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. (Lucas 21:16-18).

El dijo que puede que nos maten, mas aun ni un cabello de nuestra cabeza perecerá. ¿No es la muerte la finalización de la vida? Si la muerte se debe a enfermedad, ¿ no es una progresiva disminución de vida? Más en Cristo, cada oscuro, sombrío valle al cual desciende nuestra experiencia humana está predestinado a surgir en un campo amplio de vida. Sufrimos muerte pero no la vemos.

David dijo, "Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tú vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmo 23:4). Tan aterradora como la muerte parece, para los que guardan la Palabra del Señor la muerte no es más un obstáculo sino una sombra. Porque lo que muere en nosotros es lo que estaba predestinado a morir - la cáscara de nuestra vieja naturaleza. Si bien la muerte al yo es una decisión diaria, nuestra nueva naturaleza interior no muere.

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día" (2 Cor. 4:16). Sí, en la experiencia de nuestros corazones tenemos la demostración del poder de resurrección de Dios, eficaz, tanto ahora como en el futuro. Al guardar la Palabra de Cristo, nuestras dificultades siempre culminarán en vida eterna. Nos unimos a Pablo en dar gracias a Dios, “el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento” (2 Cor. 2:14).

Frente a las muchas caras de la muerte, a pesar de nuestros fracasos, enfermedades y dificultades, permanece un bastión viviente y sagrado en la presencia de Dios. Es aquí, en nuestro retener la palabra de vida que el Señor "[nos] guarda, y el maligno no [nos] toca” (1 Juan 5:18).

Habrá un momento en que, desde el punto de vista del cielo, vamos a revisar la experiencia de nuestra vida. En gloriosa retrospectiva veremos todas las ocasiones en que la muerte y la destrucción se pararon contra nosotros. Y, también veremos que en estas mismas dificultades, ¡Cristo reveló en nosotros Su poder de resurrección! A pesar de que caminamos por el valle de sombra de muerte, no morimos, sino que hemos aprendido a no temer ningún mal. Desde el cielo, con reverente asombro diremos cada día: "En verdad, nunca he visto muerte."

Señor, es verdad. Yo se que Tú has obrado todas las cosas para bien en mi vida.  E incluso en las áreas donde todavía tengo que entender Tus propósitos, confío esto también a Ti. Porque sé que, por Tu gracia, incluso lo que parece tener como finalidad la muerte, será transformado; y en todas las cosas solamente conoceré el poder de Tu vida de resurrección. Amén.

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El extracto precedente ha sido tomado del El refugio de Dios.
www.frangipanehispano.org

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