Quien no se ofende

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (Ezequiel 36:26)

 

Dios tiene un nuevo corazón para nosotros que no se puede ofender, un corazón “inatendible.” Amados, poseer un corazón que no se ofende no es una opción o un lujo; no es una cosa pequeña. Un corazón ofendido está en peligro de tornarse en un “corazón de piedra.”


Considerad: Jesús nos advierte que, a medida que nos acerquemos al final de los tiempos, la mayoría de las personas se ofenderán de tal manera que se apartarán de la fe. Escuchad con atención su advertencia:

 

“Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán... y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:10-12).

 

“Muchos… se ofenderán.” ¿El resultado? El amor de “muchos” se enfriará. Mi oración es que escuchemos Sus palabras con temor santo.

 

El peligro de guardar ofensa
Cuando permitimos que una ofensa permanezca en nuestros corazones, provoca consecuencias espirituales graves. En el versículo antes citado, Jesús nombró tres resultados peligrosos: traición, odio y amor frío. Cuando alguien nos ha ofendido, incluso alguien que nos importa, debemos acudir a ellos. Si no hablamos con ellos, comenzaremos a hablar sobre ellos. Traicionamos esa relación, hablando con malicia a sus espaldas, descubriendo sus debilidades y sus pecados. Tal vez enmascaramos nuestra traición diciendo que estamos solamente buscando consejo, pero cuando volvemos la vista atrás vemos que hemos hablado de forma negativa a demasiada gente. Nuestro verdadero objetivo no era buscar la ayuda espiritual para nosotros mismos, sino buscar la venganza hacia aquel que nos ofendió. ¿De qué manera tal acción no es una manifestación de odio? Para un alma ofendida, el amor frío, la traición y el odio son un camino hacia las tinieblas.

 

La mayoría de las personas no se tropiezan con las rocas; tropiezan con piedras, cosas relativamente pequeñas. Tal vez la personalidad de alguien en autoridad nos molesta y muy pronto nos ofendemos. O, un amigo o un familiar no cubre nuestras expectativas, y la ofensa entra en nuestra alma. Amado, si queremos “perseverar hasta el fin”, tenemos que confrontar las cosas que nos molestan.

 

Cuando Jesús nos advierte que nos hace falta perseverancia, nos está diciendo que es más fácil comenzar la carrera que terminarla. Entre ahora y el día en que usted muera, habrá muchas ocasiones para que se ofenda, y necesitara vencerlas. Tal vez este usted en un momento así ahora mismo. ¡No subestime el peligro de guardar una ofensa!

 

Nadie planifica apartarse; nadie dice, “Creo que hoy voy a desarrollar un corazón duro y frío.” Tales cosas entran en nuestras almas sigilosamente y es ingenuo suponer que nunca nos puede ocurrir a nosotros. Conozco muchas personas que se han ofendido de forma constante acerca de esto y aquello. En lugar de tratar con las ofensas, orar sobre ellas y entregárselas a Dios, las llevan consigo hasta que su peso imposibilita su caminar con Dios. Quizás hoy va bien, pero puedo garantizarle que mañana ocurrirá algo que, inevitablemente, le decepcionará o dañara; le golpeará alguna injusticia, exigiendo que reaccione en la carne. ¿Va a encontrar más amor, y por tanto, continuara su crecimiento hacia la semejanza a Cristo? ¿O va a permitir que esa ofensa consuma su vida espiritual?

 

Señor, perdóname por ofenderme tan rápidamente y por cargar ofensas. Padre, my corazón es tonto y débil. Concédeme el corazón de Jesucristo que no se ofende. Amen

 

“Entonces muchos se ofenderán, y se traicionaran unos a otros…Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriara” (Mateo 24:10-12 Traducción literal de la versión en ingles KJV).

 

La secuencia que lleva a la apostasía
En nuestra última enseñanza observamos las ofensas y examinamos el efecto letal que un espíritu ofendido puede tener sobre nuestras vidas. Discutimos como la única forma de no permanecer ofendido por siempre es alcanzar el corazón que no se ofende de Jesucristo.


Alcanzar a poseer el corazón de Cristo no es un asunto menor. Recuerde, Jesus advirtió que en los últimos días “muchos” serian ofendidos.  Un espíritu herido no es lo mismo que un espíritu ofendido – una ofensa tiene lugar cuando no procesamos nuestras ofensas a la manera de Cristo.  De hecho, un espíritu ofendido, al que se deja sin prestar atención y rumiando en nuestras mentes, prontamente se manifestara como una traición, odio y amor frio. Jesus dijo que las ofensas serian la causa última que llevaría a muchos a apartarse de la fe. Escuche bien: en el versículo ut supra, Jesus conecto la real causa de la apostasía no solamente con doctrinas erróneas, sino con reacciones erróneas.

 

Por supuesto, pero podemos tener la información correcta y aun tener una respuesta equivocada.  La información doctrinal puede ser perfeccionada y refinada, pero Proverbios nos advierte que alguien “ofendido es más difícil de ganar que una ciudad fortificada”, “las contiendas” entre la gente “son como cerrojos de fortaleza” (Proverbios 18:19).

 

Si, cuidado con los lideres falsos, pero más engañosos que los falsos profetas y maestros lo son nuestros propios corazones cuando están ofendidos (Jeremías 17:9). ¿Vive usted con un corazón ofendido? Si es así, usted se está deslizando gradualmente del verdadero cristianismo, el cual es conocido por su amor ágape.

 

Así, el lidiar con un corazón ofendido es vital para mantener la continua madurez espiritual. Por esta razón, necesitamos mirar nuevamente a aquellas cosas que nos ofendieron.

 

Falsas expectativas
Las irreales o exageradas expectativas que a veces ponemos sobre otros, harán que en algún momento queden cortos y nos sintamos ofendidos. Algunos esperan que sus esposas o pastores o amigos cubran cada necesidad – y si, ellos cubrirán algunas de nuestras necesidades. Sin embargo, al más profundo nivel, nuestras almas fueron creadas para encontrar seguridad en Dios, no en el hombre. Cuando el Omnipotente se vuelve verdaderamente en nuestra fuente de paz y provisión, nuestro bienestar se define al ser conscientes del amor de Dios. Al depositar nuestra confianza en Dios, podemos vivir más confortablemente con las personas a nuestro alrededor.

 

Todavía, el poder mismo de nuestras expectativas puede atragantar la dulzura de una relación personal. Suponga que, en vez de cargar a las personas con nuestras expectativas, simplemente aprendemos a apreciarlos por ellos mismos – sin ataduras. ¿Que si nos acercamos a la familia y amigos con gratitud por lo que están haciendo antes que desilusionados por lo que fallaron en hacer?

 

¿Suponga que un esposo, en vez de esperar una cena completa de parte de su esposa cada noche, aprende a apreciar lo que sea que ella pueda ofrecerle? Entonces, en vez de que su fallada expectativa se deteriore hacia una ofensa, habrá una viva y sincera valoración por la comida que su esposa le preparo. Yo sé que hay arreglos de mutuo acuerdo, pero en realidad, una esposa no tiene la obligación de cocinar comidas especiales o mantener la casa en forma. Usted no se caso con ella para que fuera quien se encargara de los quehaceres sino para volverse uno con ella.

 

O imagine un esposo quien trabaja en un prolongado y cansador empleo. Sin embargo, su esposa espera que el trabaje dos horas más en casa o que vaya con ella de compras o que escuche atentamente sus problemas.  ¿Que si en cambio ella le da la bienvenida en la puerta y sinceramente le agradece por darse el mismo a diario para soportar a su familia?  ¿Que si lo encuentra sin reclamos mas apreciándolo? Quizá pueda incluso dar un masaje en su hombro y por amor, tener preparado su plato favorito.

 

Vea, las expectativas pueden parecer como legítimos aspectos de una relación, pero también pueden causarnos decepción y ofensa cuando las personas se quedan cortas. En el pasado he sabido de situaciones donde mis expectativas realmente me cegaron a los esfuerzos que había hecho un ser querido. Ellos intentaban mejorar en un área de la cual yo no estaba consciente debido a que mi enfoque estaba puesto en una expectativa diferente. Debería haber estado agradecido y alentándole.

 

Por supuesto, hoy en día hablo de asuntos y expectativas con aquellos que me son próximos, pero el peso de mi expectativa no está en otros, sino en mi y en ser semejante a Cristo y sensible hacia aquellos a mi alrededor. Doy valor al disfrutar la individualidad de otros, agradeciendo sinceramente a Dios por su contribución a mi vida.

 

Cuando Dios Mismo nos ofende
El hecho es que las falsas expectativas pueden volverse en una fuente de muchas ofensas profundas. Sin embargo, una de las peores ofensas que podemos sufrir es cuando Dios mismo no ofende deliberadamente.

 

En 2 de Reyes 5 leemos la historia de Naamán, un general Sirio, que buscaba ser sanado de lepra por Eliseo, el profeta. Cuando Naamán y su sequito llegaron a la casa de Eliseo, Eliseo no los saludo personalmente sino que en cambio envió a su siervo con una palabra/sanidad para Naamán. Era una tarea simple para el líder militar: lavarse siete veces en el rio Jordán.  No obstante, la sanidad ofendió a Naamán. ¿Por qué no salió el profeta mismo? ¿Por qué este barroso rio Jordán? La escritura dice que “Naamán estaba furioso.”

 

Un espíritu ofendido es un espíritu enojado. En este caso, Naamán estaba más que enojado; estaba furioso. ¿Encuentra usted que siempre está enojado con una persona en particular?  Es porque ellos le han ofendido y usted no los ha perdonado.  Naamán estaba ofendido con Eliseo, pero ¿cual era la causa real de la ofensa de Naamán?  Escuche sus palabras. El dijo, “He aquí, yo pensé: “Seguramente él vendrá a mí, y se detendrá e invocará el nombre del Señor su Dios, moverá su mano sobre la parte enferma y curará la lepra” (v.11).

 

Capte la frase, “He aquí, yo pensé…” En verdad, Naamán no fue ofendido por Eliseo sino por sus propias fracasadas expectativas.  Probablemente paso muchas horas imaginando el momento de su sanidad. Incluso se vio a si mismo testificando acerca de cómo el hombre de Dios lo sano. Al no ocurrir de acuerdo a su plan, se ofendió.

 

Amigos, antes de que el Señor lo sane o le asigne algún nuevo y alto puesto de servicio, lo ofenderá con frecuencia.  ¿Por qué? ¿Qué es lo que se ofende en nosotros? En general es nuestro orgullo. Venimos a Dios anhelando sanidad física, pero el Señor no solamente quiere que seamos sanados más que nos volvamos humildes.  Si, Dios nos sana a través de nuestra fe, pero hay veces cuando nuestro propio orgullo nos impide recibir el método de la sanidad de Dios. El Señor nos ofende para darnos humildad y así poder darnos Su gracia. La fe obra a través de la gracia, pero Dios solo da gracia al humilde.

 

Observe con cuanta frecuencia Jesus ofendió a personas antes de sanarlas. Una vez, realmente escupió sobre el suelo, hizo barro y lo coloco en los ojos de un ciego, y luego le dijo que ¡caminara por el pueblo de esa manera! Imagínese si usted fuese el próximo en la fila de la sanidad y ve lo que a la persona delante de usted tuvo que hacer.  Admítalo, ¡cada uno de nosotros estaría buscando otro ministerio de sanidad, uno que sea un poco menos ofensivo! En otra ocasión le dijo a la mujer que vino buscando la sanidad de su hija que era un perrillos sucio; en otra oportunidad coloco Sus dedos en las orejas de una hombre para sanar su sordera.  El Señor con frecuencia ofendía a las personas antes de sanarlas.

 

Si vamos a aprender a humillarnos a nosotros mismos en la ofensa, descubriríamos que la aparente ofensa fue, en realidad, una puerta que guio hacia el poder manifiesto de Dios. Cuando Jesus llamo perrillos a la mujer cananea, en vez de ofenderse, ella dijo, “Si Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas” (Mat 15:27). Cuando Jesus le dijo al hombre que caminara a través del pueblo barro en sus ojos, el hombre no discutió ni pidió por una sanidad más digna; se humillo y regreso viendo. Cuando Eliseo le dijo a Naamán que se sumergiera en el Jordán siete veces, la ofensa lo hirió. Más aun al humillarse, su lepra fue reemplazada con la piel de una niño chico. Su piel se volvió como la de un niño porque su corazón, a través de la humildad, se volvió como un niño.

 

Quizá usted no ha recibido su sanidad o irrumpimiento todavía porque el sendero puesto delante de usted está por debajo de su dignidad.  Quizá necesita despojarse de su dignidad e ir a aquella iglesia Pentecostal o Bautista de la cual se ha estado riendo, y luego pedirle que oren por usted. Dios quiere sanarlo, pero El también quiere renovarlo y transformarlo con Su gracia.

 

Superando las ofensas
Cuando estudiamos lo que Jesus enseno, es obvio que el vino para volvernos “inofendibles” Considere: El dice que si alguien le golpea en una mejilla, usted ha de ofrecerle la otra. El dijo que amemos a nuestros enemigos y bendigamos a aquellos que nos maldicen. Lo que realmente está haciendo es mostrándonos como un corazón de amor que no se ofende supera toda adversidad.

 

Nosotros oramos, “Señor, quiero cambiar.” A fin de responder a nuestra oración, algunas veces el nos coloca en situaciones que perfectamente nos ofenden.  La ofensa misma despierta nuestra necesidad de gracia. Así, el Señor precipita el cambio ofendiendo primero el área de nuestra alma que El desea transformar. El no espera que meramente sobrevivamos a la adversidad sino que nos volvamos como Cristo en ella. Pregúntele a Jose en el Antiguo Testamento: la “tierra de la ofensa” se torno en la tierra de su unción y poder.  Escuche mi amigo, el destino que Dios tiene para el hombre se desarrolla o muere en la encrucijada de la ofensa. Como manejamos las ofensas es clave para nuestro mañana.

 

Mucha paz tienen los que aman [la] ley [de Dios], y nada los hace tropezar” (Salmo 119:165).¨

 

Señor, concédeme ese corazón nuevo que puede caminar como camino Jesus, a través de un mundo de ofensas sin tropezar. Quiero ver todo como una oportunidad para orar, todo como una oportunidad para volverme semejante a Cristo. Señor ayúdame a interpretar las ofensas como oportunidades que lleven a transformaciones.  Concédeme, Señor Jesus, el pulso y el latido de tu corazón que no se ofende. Amén.

 

Por Francis Frangipane

Adaptado de un capitulo del Programa de formación a imagen de Cristo.

www.frangipanehispano.org

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