Justo juicio

En mis diversos escritos y mensajes públicos, he instado a la iglesia a resistir las tendencias de la ira y el amargo cinismo que existe en nuestro mundo. En su lugar, busquemos poseer los “más altos... pensamientos” de Cristo (Isa. 55:9).  

 

En verdad, nuestro llamamiento es a servir a Dios como embajadores de Cristo. (Ef. 6:20). Un embajador no solamente está comprometido a representar a su líder; el embajador es alguien que sabe lo que el gobernante piensa en realidad y lo que diría.  El tiene comunicación regular con ese líder y esta al día con los objetivos del líder tanto a corto como a largo plazo del líder.  Si el embajador no conoce el punto de vista del gobernante, el ha sido entrenado para no dar su opinión, debe esperar hasta que escuche de parte de aquel a quien representa. El mundo no quiere saber lo que pensamos. Hay cerca de siete billones de opiniones hoy en día en el mundo; lo que las naciones necesitan no es escuchar nuestra opinión, sino escuchar a Aquel que representamos: nuestro Rey Jesucristo.

 

También he puesto una barricada delante del falso discernimiento.  Debemos evitar el enfoque basado en la justicia propia y la religiosidad de los Fariseos.  Cuando insto a las personas a no juzgar, no estoy diciendo que no disciernan. El discernimiento espiritual es una forma de arte, mientras que juzgar de acuerdo a la apariencia exterior es un instinto de la carne. Lo que digo es que debemos aprender a esperar, escuchar y, en mansedumbre discernir la forma más alta de Cristo.

 

El juicio que es justo
Sin embargo, inevitablemente, todavía hay preguntas. ¿Qué pasa con la amonestación del Señor que nos llama a "No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio" (Juan 7:24)? ¿Cuál es el juicio justo?

 

Al hablar de esto con otros, me he dado cuenta de que las palabras justo y juicio parece ser todo lo que algunos ven en el versículo. Sin embargo, la primera parte del versículo explica, al menos parcialmente, la segunda mitad: justo juicio es lo que es "no [es]... según las apariencias” El justo juicio proviene de otra fuente, aquella que es más alta que los instintos de la carne.

 


Vea, hay una diferencia entre discernir una necesidad por la que se ha determinado a orar, y por el contrario, solamente encontrar faltas que a menudo se degradan en chisme y calumnia.  Dios no llama a una persona al “ministerio de juzgar a otros” simplemente porque alguien no haya tenido miedo de “decir lo que es”. La crítica no es un don del espíritu.

 

Si su juicio es verdaderamente de Dios, no será un don aislado. Usted tendrá también humildad, amor y carecerá de altivez en su mente.

 

El justo juicio se revela a sí mismo como genuino por las virtudes que respalda y que lo representan.

 

Todas las virtudes del Espíritu – amor, paz, benignidad, etc. -- deben ser funcionalmente evidentes en su carácter. Si es así, usted será conocido por ser alguien amable, cariñoso, humilde de espíritu y sabio. Cuando usted trae un juicio justo, su carácter afirma que su juicio no es una reacción emocional, sino que viene como alguien enviado por Dios—como Cristo, es usted lleno de gracia y verdad. Usted habla como alguien que seriamente se preocupa por mejorar la vida de otros.

 

Como escribió Juan,

 

“En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como El es, así somos también nosotros en este mundo” (1 Juan 4:17).

 

Sí, el día del juicio viene. Nuestra meta debería ser que “el amor se perfeccione en nosotros”. En las estaciones de juicio, estamos llamados a una vida de amor perfecto, pues “como El es, así somos también nosotros en este mundo”

 

Por: Francis Frangipane

 

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Adaptado de un capitulo en el libro de Francis Frangipane Spiritual Discernment and the Mind of Christ  (no disponible en español).
www.frangipanehispano.org

 

 

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